¡Jesucristo!

Yo no sé si encontraremos unas palabras sobre Jesucristo tan grandiosas, y tan sencillas a un tiempo, como las que trae el Catecismo de la Iglesia Católica tomándolas del Concilio, cuando nos dice:

El Hijo de Dios trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de nosotros, en todo semejante a nosotros, menos en el pecado.

Todo esto lo sabemos desde siempre y lo confesamos continuamente en el Credo, cuando decimos que el Hijo de Dios se hizo hombre. Es la verdad fundamental de nuestra fe.

Pero, ¿nos hemos puesto a pensar en lo que significa que Dios se haya hecho hombre? Pues significa esto precisamente: que el Hijo de Dios, una de las Tres Personas de la Santísima Trinidad, al hacerse hombre, y quedando Dios verdadero, ahora va a ser uno igual que nosotros.

Nos va a conocer como conocemos nosotros. Nos va a querer como queremos nosotros. Nos va a amar como amamos nosotros. Va a trabajar con manos encallecidas como trabajamos nosotros.

Dios va a hacer todo lo nuestro con manos nuestras, va a entender con cerebro nuestro, va a amar con corazón nuestro...

Si este Dios no se gana nuestra voluntad, nuestro cariño, nuestro amor, nuestra adhesión, y si lo dejamos de lado no haciéndole caso ninguno, entonces Dios ha fracaso del todo con nosotros; pero también nosotros habremos fracasado del todo en la vida, y nos perderíamos sin excusa alguna. Porque Dios no ha podido hacer por nosotros más de lo que ha hecho.

Un científico alemán protestante, aunque lo llamaríamos mejor un descreído, profesor en la universidad, lanza en una reunión de gente sabia esta atrevida pregunta: -¿Que Dios existe? No lo creo, porque, de existir, se cuidaría un poco más de los hombres.

Un caballero católico acepta el desafío y le contesta: -Falso, señor profesor. Es usted quien no se ocupa de Dios, ya que Dios se ha preocupado bien de usted. Porque, para salvar a los hombres, el mismo Dios se ha hecho hombre. El profesor reconoce su atrevimiento y empieza a pensar. No mucho después abrazaba el catolicismo.

Tener con nosotros a Dios hecho hombre, es la condescendencia suma a que Dios ha podido llegar. El Hombre Jesús nos descubre a Dios tal como es Dios con nosotros, porque es Dios quien actúa en Jesús para decirnos cómo Dios nos ama, cómo quiere que seamos, cómo quiere que actuemos en la vida, cómo vamos a ser después para siempre.

Dios ha hecho todas las cosas y en ellas ha dejado la huella de su propio ser, sobre todo de su amor. Por eso la creación entera es una revelación manifiesta de Dios. Dentro de la creación, el hombre es la criatura más excelsa, pues ha sido hecho como varón y como mujer a imagen y semejanza de Dios. Pero en Jesús, Dios ha manifestado toda su gloria en la máxima expresión. El Dios hecho Hombre ha revelado al hombre todo lo que Dios es, lo que ama, lo que promete y lo que va a ser para el hombre glorificado. Si examinamos esas cuatro palabras clave del párrafo del Concilio y del Catecismo, descubrimos en ellas todo el abismo de la bondad de Dios.

¿Que Dios, en Jesús, trabaja con manos de hombre?... Entonces nosotros amamos nuestra fatiga, nuestro esfuerzo, nuestro deber diario. Si Dios ha hecho lo que hago yo, ¿por qué no voy a hacer yo lo que ha hecho Dios?...

¿Que Dios, en Jesús, piensa con inteligencia de hombre?... Entonces, ¿no veo cómo mis pensamientos pueden ser un cielo límpio, bello, que refleje toda la hermosura del alma preciosa de Jesús?

¿Que Dios, en Jesús, quiso y se determinó con voluntad de hombre?... Entonces, ¿cómo debo yo abrazarme con todo el querer de Dios, si Dios mismo me enseña a hacerlo como Él? ¿Que Dios, en Jesús, amó y ama con corazón de hombre?... Entonces, ¿no veo cómo el amor mío es un amor como el del mismo Dios?...

El hecho de la Encarnación del Hijo de Dios no ha podido ser invento nuestro. No hay hombre que pueda imaginarse algo semejante. Lo sabemos por revelación de Dios, y no es extraño que esta verdad cristiana tan fundamental haya sido objeto, desde la antigüedad hasta hoy, de discusiones acaloradas. Antiguamente se decían algunos herejes: - ¿Dios unido a la materia? ¡Imposible!... Hoy se han dicho algunos: - ¿El hombre necesita a Dios? ¡No nos hace falta!...

Pero la verdad cristiana se mantiene firme: Dios, en Jesús, se hace hombre; y el hombre, en Jesús, llega a ser Dios.

Dios no ha podido descender más abajo, y el hombre no ha podido subir más arriba.

Todo ha sido obra del amor de Dios para ganarse el amor del hombre y darle la salvación. ¿Cabe ahora en el hombre negar a Dios el amor y no aceptar la salvación que Dios le ofrece?... Algunos, harán lo que quieran. Otros, nos apegamos a ese Dios, que, en Jesús, lo es todo para nosotros...

P.G., CMF

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